Querido Juan,

Acabo de enterarme  de tu muerte. Entré a la web de Página y no encuentro nada. Entré a Twitter, escribí tu nombre en el buscador y con tristeza leí un tweet de alguien que lamentaba tu muerte. Cuesta escribir eso: tu muerte. ¿Cómo puede ser?.

Supe de vos en los 90, cuando yo era estudiante de comunicación y todavía la idea de escribir estaba lejos.. Me encantaba la colección Biblioteca del Sur que dirigiste en   Planeta. Con vos conocí narradores argentinos que venían a escribir otra historia De vos decían que eras snob, soberbio, agrandado, en fin calificativos que lejos de espantarme me despertaba la  curiosidad por conocerte. Iban a pasar casi veinte años antes de que eso sucediera.

Si con Guillermo Saccomanno encontré que contar y mi voz, con vos aprendí que lo importante es la historia. Usar las palabras para construir un mundo en el que el lector desee estar. Con vos me animé a la frases largas, a los adjetivos y a las metáforas, algo que nunca había experimentado por temor a ser cursi. 

Cuando te escribí para participar de tu taller,  hacía años que había dejado de escribir ficción. Una noche te escribí y te conté lo que me pasaba con la escritura. Y te tomaste unos días para escribirme. Yo estaba al borde del enojo cuando recibí tu respuesta. Tus palabras parecían haber escuchado mi fastidio. Me explicabas por qué te habías demorado. Este tipo es considerado, pensé.  

Me leíste por primera vez y dijiste que ya no iba a escribir mal. Que ese no era mi problema. Ahora tenés que aprender el truco, dijiste. De esto se trataba escribir. De aprender el truco. Como un acto de magia, te pregunté. Si, me dijiste. Escribir es hacer magia con las palabras, pienso ahora. Y era lo que  hacías vos. 

En ese tiempo yo estaba triste porque tenía que desenterrar el cuerpo de mi papá, te lo conté. Y me dijiste que tenía que escribir sobre eso. Empecé y era difícil. En uno de los encuentros me costaba leer, me atravesaba la emoción. Me dijiste, “vos lloras mientras escribis,  se nota, se te quiebra la voz cuando lees. No sé puede escribir en carne viva” Entonces tu sugerencia fue que escribiera todos los días, hasta que ya no llorara. Después me contaste como escribiste Nada de noche, 

 No solo eras/sos un gran escritor, sino también un gran editor. Hacías preguntas sobre la historia.  Guardo los textos con tus correcciones  Y eso era posible por tu sensibilidad y generosidad. 

Compartimos el amor por nuestra literatura, por la norteamericana, por la música (me regalaste un libro de Caetano) por la fotografía, por el arte. Curioso y sensible, eso eras. 

Cuando vos decías que algo estaba bien escrito querías decir que tocabas al lector. Como cuando me dijiste que te había gustado mi crónica sobre el recital de Charly García, “lo  mejor que leí de todo lo que se publicó” me escribiste. Y a mí se me llenó el cuerpo de alegría.

Lo último que leí en el taller fue el primer capítulo de la novela de la que te hablo Guille, Ahora lo volví agarrar. Leo tus correcciones. Y ahora sí voy a terminar. 

Nos vimos por última vez en la presentación del libro de cuentos de Sacco. Fue divertido verlos juntos y hacerme esa escena de celos. 

Voy a extrañar leerte los viernes, voy a extrañar tus correos llenos de entusiasmo, tu mirada que decía más que tus palabras. 

Te voy, te vamos a extrañar Juan.

PD,  Cuando comencé el taller con vos volví a comprar Nadar de noche, lo había prestado y no me lo devolvieron. Anoche busqué el libro, y el cuento. Están todos los cuentos y donde debería estar Nadar de noche hay páginas en blanco. 


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