Confesión de Martín Kohan

Por Andrea Lobos

Terminar el año sumergida en Confesión, la última novela de Martín Kohan, es una experiencia que me confirma que no hay nada más placentero que ser lectora. 

La novela está estructurada en tres partes: Mercedes, Aeroparque y Plaza Mayor. En cada una se narran hechos que suceden en tres tiempos distintos  pero forman parte de una sola historia que tiene a la dictadura militar de 1976 como escenario.

“Padre, he pecado. He pecado o creo que he pecado, dijo entonces, dice ahora, Mirta López, mi abuela”

Así comienza  la primera parte, Mercedes. La  mujer le cuenta a su nieto los sentimientos eróticos  que le despertaba en su incipiente adolescencia  el vecino llamado Jorge Rafael Videla, y como se confesaba  con el cura del pueblo para aliviar la culpa. Una amor platónico que por alguna razón su Mirta recordará para siempre.

Kohan nos hace leer pero también escuchar.  Algo de la tensión, del desorden de la oralidad se reproduce de forma magistral en el relato de Mirta, y en los diálogos entre personajes.

Al mismo tiempo se intercalan textos ensayísticos donde se describe minuciosamente al Río de la Plata , el tono hacer recordar a La cabeza de Goliat de Ezequiel Martínez Estrada. Estas reflexiones son acercan a la segunda historia: Aeroparque. Aquí se narra la planificación de la Operación Gaviota que tuvo como protagonistas a miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo en 1977. Se destaca la descripción precisa de los arroyos subterráneos de la Ciudad de Buenos Aires. Los enlaces entre las historias no están escritos de forma explícita, los hace el lector o la lectora a medida que avanza. 

Finalmente llega Plaza Mayor. El nieto visita a su abuela en el geriátrico y  juegan una partida de truco. En el entrevero de las palabras dichas en la  partida, mentiras y verdades, el nieto busca que su abuela vuelva a narrar lo que sucedió con su padre y entonces entre carta y carta, Mirta confesará. 

«Pienso un instante y decido jugar el doce. Espero que pase. Pasa. Mi abuela tira apenas un siete de copas. Me apuro y, sin cantar, tiro el cinco de espadas, sin expresión, sin énfasis. Pero mi abuela comprende todo.

-Ah, guacho-dice.

Y se va al mazo.

Confesión es una gran historia y está escrita con precisión. Martín Kohan usa las palabras con la conciencia de saber que ellas provocan acciones, construyen o destruyen. Una vez dicha la palabra no hay vuelta atrás. Lo que queda es decir  más palabras con la esperanza de reparar.


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