La reclusión forzada en nuestros hogares es un hecho inedito para muches. No estamos en guerra, no estamos bajo una dictadura. Es la posibilidad de contagiarnos una enfermedad mientras circulamos o nos tocamos con otras personas, el motivo de nuestrx encierro.
¿Qué se puede hacer sino leer? Se me ocurrió entonces preguntarles a las amigas y amigos narradores, qué libros recomiendan leer para estos tiempos.
Aquí va la primera de las narradoras, Dafne Casoy
Los árboles caídos también son el bosque de Alejandra Kamiya, editorial Bajo la luna
Es un libro de cuentos que plantea un universo precioso, muy personal, y hereda lo mejor de la escritura japonesa. Esa capacidad de detenerse en cosas que otros pasarían por alto. También en lo que se calla. Con una escritura que roza todo el tiempo la poesía. La autora, argentina, con raíces familiares japonesas, alterna en sus cuentos entre Japón y Buenos Aires, con una belleza que queda en uno durante varios días después de haber terminado el libro.
La invasión de los indios ranqueles según mamá de Fernando Garriga, editorial Modesto Rimba
Se acerca el 24 de marzo y el libro de Garriga es una de los más originales, bien escritos y estimulantes que leí relacionado al tema últimamente. No tendremos acto este año; “La invasión…” es una buena alternativa para transitar el mes de la memoria.
La historia: un militar jubilado que da clases en la ESMA mientras allí se tortura gente pero le dice a su hijo que él nunca vio nada; las aventuras del protagonista mientras hace el servicio militar en la marina, mezcladas con anécdotas hilarantes con las hermanas; las plantas que son protagonistas a lo largo del libro; el bombardeo del ´55; los indios ranqueles de Mansilla; la lengua materna. Todo esto forma un combo que en otro libro podría haber sido demasiado. Pero no aquí. Garriga logra un libro difícil de encasillar. Demasiado bien escrito, y necesario.
Fuera de cuadro de Daniel Böhm, editorial Cienvolando
Es un libro que en muy pocas páginas que se devoran, circula y falsea los recuerdos del protagonista, hijo de una familia húngara-judía radicada en Buenos Aires, revelando secretos callados, con una estética de la forma algo inclasificable, y una mirada muy alejada de los lugares comunes.
El autor es cineasta y su literatura no escapa de eso. Mira las cosas un poco desde los márgenes, desde ese “fuera de cuadro”, que oscila desde temas como el Holocausto y el suicidio en la familia, al curso de hipnosis por correspondencia, la búsqueda detectivesca por encontrar las cajas fuertes en las casas de los tíos, la relación con los amigos y el arte. Es un libro sensible y generoso, que transita con belleza narrativa la reconstrucción de los recuerdos.
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